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Milán es una increíble ciudad italiana donde la modernidad está estrechamente entrelazada con la historia. Aquí, las casas de moda bordean los templos medievales, y los altos rascacielos de cristal y hormigón conviven pacíficamente con amplios jardines y parques antiguos. Esta ciudad fascina a primera vista y permanece para siempre en el corazón.
Miles de turistas vienen a Italia cada año para llegar exactamente a Milán. Y la razón de esto no es solo el estatus de capital mundial de la moda, sino también un enorme tesoro de atractivos culturales, históricos, naturales y arquitectónicos.
Por ejemplo, en Milán, en la Iglesia de Santa Maria delle Grazie, se encuentra el fresco más famoso de Leonardo da Vinci: "La Última Cena". Ella describe la escena de la última cena de Cristo con los discípulos en el momento en que el Salvador habla de su traición. Las emociones magistralmente transmitidas, el drama de este momento, que el Maestro retrató de manera realista, hicieron de esta obra una de las más icónicas del mundo.
A lo largo de los años, la pintura ha sufrido repetidos daños, por lo que hoy se encuentra en un estado extremadamente frágil, a pesar de la minuciosa restauración que duró 22 años.
Una de las razones de la mala conservación del fresco es la receta de pintura experimental utilizada por Leonardo y la larga aplicación en capas que no es inherente a las pinturas murales.
Además, en el siglo XVII los dominicos hicieron un gran daño a la obra, quienes decidieron levantar los pisos del refectorio, donde se ubica la pintura, removiendo por completo la parte inferior de la imagen, incluidos los pies de Cristo. En el siglo XIX, restauradores ineptos hicieron aún más daño que usaron alcohol en su trabajo y borraron toda la capa superior del fresco. Sin embargo, el estado de esta obra maestra incondicional no le resta belleza, grandeza y artesanía.
Otro atractivo de Milán tiene un significado muy ambiguo. Se trata de una antigua necrópolis monumental donde están enterrados representantes de la nobleza local desde el siglo XIX. Los entierros son verdaderas obras maestras del arte monumental. Las esculturas realizadas en piedra oscura y blanca asombran la imaginación por su realismo y detallada elaboración.
La tumba no está dividida en tres partes. En el centro se encuentran las tumbas de los católicos, así como un monumento a las víctimas de los campos de concentración nazis. A la derecha están los judíos. A la izquierda, personas que pertenecen a otras confesiones.